viernes, 11 de septiembre de 2009

CONFESIONES (Yo asesiné a Leopoldine)



Estoy lista, es el momento de entonar el mea culpa y admitir que si Leopoldine está muerta es porque yo la dejé morir. Es verdad, no la maté, pero la dejé morir, y eso me hace igual de culpable. Ya no vale seguir echándole la culpa a todos los demás, a todo el mundo; yo, y sólo yo, dejé que ella muriera.




Escribo por primera vez para mí, y no pensando en quién va a leer esto. Lo escribo para mí, por mí. Es mi confrontación personal. Es la hora de admitir que con mis patéticos intentos de autoprotección me he perdido cosas, la hora de preguntar si esa chica (todas las chicas) podría haber sido yo si no me hubiera comportado como una estúpida, más aún cuando me comporté como una estúpida para evitar sentirme como una estúpida, y llegué al mismo punto de estupidez, pero sin saber qué habría pasado si no me hubiera comportado como una estúpida...




Me he vuelto cínica, no malvada, sólo cínica; digo y hago justo lo contrario de lo que quiero decir y hacer pensando que así, quizá, conseguiré lo que realmente quiero, pero no hago más que complicar la situación.




Más simple es más fácil.




Dejar el cinismo a un lado, tiene que facilitar las cosas, y si no lo hace, al menos, no me sentiré tan estúpida.