Cuando te acuestas con alguien una noche, existe una especie de ritual a la mañana siguiente o en el momento de la despedida. Una especie de juego en el que la chica gana si consigue mostrar un absoluto desinterés por el otro o por cualquier tipo de contacto posterior. De forma que si insinúas que no te importaría volver a verle, o hablas aunque solo sea de lo que tienes que hacer el miércoles siguiente, estás vendida.
Y de aquí viene la teoría del número de teléfono, también conocida como el espejismo de la victoria masculina, y que consiste básicamente en que si le pides a un chico su número, mail, facebook, tuenti, msn,... activarás en él la alarma anti-cazadoras, de forma que tienes el rechazo asegurado. Te dirá que mejor dejarlo en sólo esa noche, te dará un número falso,...
¿Por qué? muy simple, porque sentirá que quieres cazarlo, acosarlo y aquí, los que cazan son los machos. Ahora bien, si te pide tu número y no se lo das, entonces hará cualquier cosa por volverte a ver porque no soportan la sensación de no llevarse en trofeo aunque sea para colocarlo en la vitrina, de hecho, si le das el número es posible que te llame o no, pero si no lo haces volverá a por ti.
Ilustremos mi teoría con el ejemplo de una amiga a la que llamaremos Fantine (si,si, ya sé que estáis pensando que soy yo, pero no). Fantine es una chica con mucha personalidad, inteligente, independiente y fuerte cuyo punto débil es su actitud hacia los hombres. Durante una buena temporada, cada vez que Fantine se acostaba con un chico, pensaba que era especial y que le gustaría volver a verlo, de modo que recibió un montón de negativas, evasivas y números y mails falsos, de modo que comenzó a desmitificar los encuentros sexuales y a cambio comenzó a recibir los corrspondientes cambios de actitud en ellos: tengo que volver a verte, el otro día me dejaste loco,...
Que nadie se engañe, esta actitud es absolutamente efímera, pero al menos bloquea en ellos la sensación de me la he tirado y ahora voy a pasar de ella y que se joda, que a mí no me atrapa nadie (nadie quiere atraparte).
Como es normal, muy pocos hombres admiten reaccionar así, pero la realidad está ahí fuera.